Un estudio de imágenes del cometa 67P / Churyumov-Gerasimenko captadas desde la nave Rosetta con luz ultravioleta, revela un proceso inesperado que provoca la rápida desintegración de las moléculas de agua y dióxido de carbono, y su liberación desde la superficie, informó la Agencia Espacial Europea el 2 de junio.
Al respecto la NASA publicó que con los datos recogidos por su instrumento Alice, a bordo de la nave Rosetta de ESA, se reveló que hay electrones cerca de la superficie del cometa 67P, y no fotones del Sol, como se había creído. Estos son los que causan la rápida desintegración de agua y moléculas de dióxido de carbono.
“El descubrimiento de que estamos informando es bastante inesperado“, dijo Alan Stern, investigador principal del instrumento Alice en el Instituto de Investigación del Sudoeste (SwRI) en Boulder, Colorado. “Nos muestra el valor de ir a los cometas para observarlos de cerca, ya que este descubrimiento podría simplemente verse desde la Tierra o de la órbita terrestre con cualquier observatorio existente o previsto; y está transformando radicalmente nuestro conocimiento de los cometas”.
Ellos observaron que las moléculas de de agua y dióxido de carbono – que se confirmó proceden de erupciones del cometa- se estaban rompiendo a causa de los electrones de las inmediaciones, que se encuentran a solo un kilómetros de distancia del núcleo del cometa; de esta manera el dióxido de carbono y agua son liberados fuera del cometa.
“Los datos de Alice indican que gran parte del dióxido de carbono y el agua y la coma del cometa proceden de plumas en erupción de su superficie”, concluyó además la NASA. Es similar a los que el Telescopio Espacial Hubble descubrió en la luna Europa de Júpiter, con la excepción de que los electrones en el cometa son producidos por la radiación solar, mientras que los electrones en Europa provienen de la magnetosfera de Júpiter”, dijo Paul Feldman, un investigador de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland.
La misión Rosetta de la ESA está estudiando el cometa 67/P en manera continua desde que en agosto del año pasado, cuando una sonda de la nave aterrizó en su superficie. “Desde entonces, ha estado orbitando o volando más allá del cometa a distancias tan lejos como varios cientos de kilómetros y a menos de 8 kilómetros. Al hacerlo, ha estado recogiendo datos sobre todos los aspectos de medio ambiente de la cometa con su conjunto de 11 instrumentos científicos”, explica ESA.
Mediante el espectografo Alice de la NASA, que divide la luz del cometa en diferentes aspectros y colores, los científicos pueden detectar las que corresponden específicamente a hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno, producto de la ruptura de moléculas de agua y CO2 que se produce a medida que el cometa se va acercando al Sol, como parte de su órbita en torno a nuestra estrella. Esto forma la característica “pluma” de agua y gas de dióxido de carbono en erupción desde su superficie.
ESA describe entonces que las moléculas parecen estar rotas en un proceso de dos pasos: “En primer lugar, un fotón ultravioleta del Sol golpea una molécula de agua en la coma del cometa -nube de gas y polvo que rodea el núcleo del cometa- y se ioniza, con la anulación de un electrón energético. Este electrón, a continuación, golpea otra molécula de agua en el coma, rompiendo aparte en dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, y energizando a ellos en el proceso. Estos átomos emiten luz ultravioleta que se detecta en longitudes de onda características para el instrumento Alice”, señalan los astrónomos de la misión. En segundo lugar, “del mismo modo, hay un impacto de un electrón con una molécula de dióxido de carbono que produce su ruptura en átomos y las emisiones observadas de carbono”.
“El análisis de las intensidades relativas de las emisiones atómicas observados nos permite determinar que estamos observando directamente las moléculas ‘padres’ que se están rompiendo por los electrones en las inmediaciones, cerca de 1 kilómetro, del núcleo del cometa en el que se están produciendo”, explicó Paul Feldman, profesor de física y astronomía en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, autor principal del artículo publicado ahora en la revista Astronomy & Astrophysics.
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